"Toda persona tiene derecho a buscar asilo"


«Grecia está viviendo una situación sin precedentes, hay que entenderlo». Así se ha expresado la Comisión Europea respecto a la decisión del Gobierno griego de suspender temporalmente el derecho de asilo. Nosotros, sin embargo, sólo entendemos que se está vulnerando impunemente el Derecho Internacional. Y los principios morales más esenciales.

El artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos señala, en su artículo 14, que «en caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, ya disfrutar de él en cualquier país». Este artículo ya quedó bastante maltrecho hace unos días con la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que considera ajustada a derecho la práctica del Estado español de proceder a expulsar de forma inmediata y sin trámite previo a las personas detenidas mientras accedían ilegalmente a territorio nacional. Ahora, sin embargo, la decisión de Grecia y el visto bueno otorgado por la Comisión Europea a suspender temporalmente el derecho de asilo ha hecho de este artículo y de otras numerosas disposiciones legales internacionales y específicamente comunitarias un triste, vergonzoso y culpable montón de cenizas.

Las pelotas de goma en las vallas fronterizas griegas, los botes de humo lanzados entre la multitud de gente que huye de un sangriento conflicto bélico, los porrazos y la acción de los guardacostas griegos intentando hacer zozobrar frágiles embarcaciones cargadas de vidas humanas ... en todos y cada uno de estos gestos pervive la renuncia de la Unión Europea a construirse de acuerdo y con respeto al derecho de asilo y a la obligación de proteger a las personas que buscan refugio frente a situaciones desesperadas.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos no es una entelequia ni una abstracción sino que se trata de un texto legal, con efectos vinculantes para todos los Estados que la han suscrito. Y el mismo carácter debe atribuirse a otros tratados como la Convención de Ginebra para los Refugiados o la Convención Europea de Derechos Humanos. Textos legales que se interponen entre las vidas rotas de las personas que intentan llegar a territorio europeo y la voluntad de Europa de cerrar sus puertas y girar la mirada ante crisis humanitarias como lo es la guerra que asola Siria.

No podemos entenderlo, como nos pide la Comisión Europea. No podemos mirar la desdicha de los refugiados sirios con los ojos fríos de quien calcula las consecuencias del cierre de fronteras en términos de estrategia diplomática y política dentro del conflicto que largamente enfrenta a la Unión Europea con el gobierno turco y su menosprecio por los derechos humanos. Las vidas de las personas que huyen de las bombas y la barbarie de la guerra siria no son un tablero de ajedrez donde se juega una partida geopolítica de altos vuelos. Son vidas, merecedoras de respeto, imbuidas de dignidad. Vidas protegidas por un Derecho internacional que Grecia y la Unión Europea, como antes hizo España, vulnera impunemente. Y no, no lo queremos ni podemos entender.

El artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos señala, en su artículo 14, que «en caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, ya disfrutar de él en cualquier país». Este artículo ya quedó bastante maltrecho hace unos días con la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que considera ajustada a derecho la práctica del Estado español de proceder a expulsar de forma inmediata y sin trámite previo a las personas detenidas mientras accedían ilegalmente a territorio nacional. Ahora, sin embargo, la decisión de Grecia y el visto bueno otorgado por la Comisión Europea a suspender temporalmente el derecho de asilo ha hecho de este artículo y de otras numerosas disposiciones legales internacionales y específicamente comunitarias un triste, vergonzoso y culpable montón de cenizas.

Las pelotas de goma en las vallas fronterizas griegas, los botes de humo lanzados entre la multitud de gente que huye de un sangriento conflicto bélico, los porrazos y la acción de los guardacostas griegos intentando hacer zozobrar frágiles embarcaciones cargadas de vidas humanas ... en todos y cada uno de estos gestos pervive la renuncia de la Unión Europea a construirse de acuerdo y con respeto al derecho de asilo y a la obligación de proteger a las personas que buscan refugio frente a situaciones desesperadas.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos no es una entelequia ni una abstracción sino que se trata de un texto legal, con efectos vinculantes para todos los Estados que la han suscrito. Y el mismo carácter debe atribuirse a otros tratados como la Convención de Ginebra para los Refugiados o la Convención Europea de Derechos Humanos. Textos legales que se interponen entre las vidas rotas de las personas que intentan llegar a territorio europeo y la voluntad de Europa de cerrar sus puertas y girar la mirada ante crisis humanitarias como lo es la guerra que asola Siria.

No podemos entenderlo, como nos pide la Comisión Europea. No podemos mirar la desdicha de los refugiados sirios con los ojos fríos de quien calcula las consecuencias del cierre de fronteras en términos de estrategia diplomática y política dentro del conflicto que largamente enfrenta a la Unión Europea con el gobierno turco y su menosprecio por los derechos humanos. Las vidas de las personas que huyen de las bombas y la barbarie de la guerra siria no son un tablero de ajedrez donde se juega una partida geopolítica de altos vuelos. Son vidas, merecedoras de respeto, imbuidas de dignidad. Vidas protegidas por un Derecho internacional que Grecia y la Unión Europea, como antes hizo España, vulnera impunemente. Y no, no lo queremos ni podemos entender.