25 -N. ¡Basta ya!


Un año más, llega el 25 de noviembre para hacer visibles las violencias machistas y, sobre todo, seguir la lucha por erradicar esta lacra que atenta contra las mujeres por el mero hacer de ser mujeres. Y es que a pesar de algunos avances conseguidos desde el movimiento feminista, queda mucho camino por recorrer. Quizás fruto del cansancio y la rabia acumuladas por estas violencias sistémicas y estructurales este año muchos de los lemas gritan: «¡Basta ya!».

Y es que cuando hablamos de violencias machistas, lo hacemos en plural porque son las físicas y sexuales, pero también las institucionales, las del ámbito laboral, médico o familiar. Violencias que en conjunto conforman un marco lleno de realidades desgarradoras que atentan contra la dignidad de ser mujer. Las manifestaciones que se realizan y convocan durante la jornada del 25 de noviembre, así como las diversas marchas nocturnas del día anterior, quieren convertir la protesta en una revuelta permanente para desmontar el sistema heteropatriarcal, capitalista y racista.

«Se acabó. Nos queremos juntas, diversas, vivas, libres y rebeldes» es uno de los eslóganes que seguirá la protesta que saldrá a las calles para reclamar políticas públicas y recursos para proteger a las víctimas de las violencias machistas, que el sistema judicial incorpore perspectiva de género o la implementación de la educación sexual en el currículo escolar, entre otros. Lo que es defensa es el feminismo «como esperanza de vida».
Un «se acabó» que fue creciendo sobre todo como respuesta social por el caso Rubiales. Una reacción que suponía decir «suficientemente» al acoso sexual en ámbitos, como el laboral, donde demasiado a menudo se invisibiliza. El caso de Jenni Hermoso ponía sobre la mesa una realidad muy silenciada y permitió abrir la mirada y poner nombre a situaciones que han sufrido muchas.

Es necesario pues que en el trabajo sigamos reivindicando la igualdad de género pero también frenando cualquier situación de abuso o agresión. Es necesario revisar protocolos y que los operadores jurídicos sean implacables contra este acoso y violencias machistas en el entorno laboral. Una propuesta que puede ser apuntalada por las nuevas normativas y regulaciones que no sólo obligan a elaborar planes de igualdad en las empresas de más de 50 personas trabajadoras, sino que consideran la violencia sexual como un riesgo psicosocial elevado. ¿Qué medidas se toman? ¿Qué protocolos existen? La nueva ley conocida como la del «sólo sí es sí», aprobada el año pasado, interpela en este ámbito y apuntala todo el trabajo a realizar, pese a que el debate se centrara sobre la interpretación judicial del concepto de agresión sin poner el foco en el consentimiento y las múltiples violencias que operan día a día en tantos ámbitos.

Por eso, es necesario que por todas partes, el grito de «Se acabó» o «¡Basta ya!» ayude a poner la mirada en lo que suponen estas violencias, su desgraciada «normalización» o sus resistencias. Para que pueda actuar a la altura de las denuncias, desde todos los frentes posibles. O que éstas no tengan que existir, fruto de la construcción de nuevos relatos y otras realidades que lleven a la plena libertad y dignidad de todas las mujeres. Por decir lo suficiente a todas las violencias machistas.

Y es que cuando hablamos de violencias machistas, lo hacemos en plural porque son las físicas y sexuales, pero también las institucionales, las del ámbito laboral, médico o familiar. Violencias que en conjunto conforman un marco lleno de realidades desgarradoras que atentan contra la dignidad de ser mujer. Las manifestaciones que se realizan y convocan durante la jornada del 25 de noviembre, así como las diversas marchas nocturnas del día anterior, quieren convertir la protesta en una revuelta permanente para desmontar el sistema heteropatriarcal, capitalista y racista.

«Se acabó. Nos queremos juntas, diversas, vivas, libres y rebeldes» es uno de los eslóganes que seguirá la protesta que saldrá a las calles para reclamar políticas públicas y recursos para proteger a las víctimas de las violencias machistas, que el sistema judicial incorpore perspectiva de género o la implementación de la educación sexual en el currículo escolar, entre otros. Lo que es defensa es el feminismo «como esperanza de vida».
Un «se acabó» que fue creciendo sobre todo como respuesta social por el caso Rubiales. Una reacción que suponía decir «suficientemente» al acoso sexual en ámbitos, como el laboral, donde demasiado a menudo se invisibiliza. El caso de Jenni Hermoso ponía sobre la mesa una realidad muy silenciada y permitió abrir la mirada y poner nombre a situaciones que han sufrido muchas.

Es necesario pues que en el trabajo sigamos reivindicando la igualdad de género pero también frenando cualquier situación de abuso o agresión. Es necesario revisar protocolos y que los operadores jurídicos sean implacables contra este acoso y violencias machistas en el entorno laboral. Una propuesta que puede ser apuntalada por las nuevas normativas y regulaciones que no sólo obligan a elaborar planes de igualdad en las empresas de más de 50 personas trabajadoras, sino que consideran la violencia sexual como un riesgo psicosocial elevado. ¿Qué medidas se toman? ¿Qué protocolos existen? La nueva ley conocida como la del «sólo sí es sí», aprobada el año pasado, interpela en este ámbito y apuntala todo el trabajo a realizar, pese a que el debate se centrara sobre la interpretación judicial del concepto de agresión sin poner el foco en el consentimiento y las múltiples violencias que operan día a día en tantos ámbitos.

Por eso, es necesario que por todas partes, el grito de «Se acabó» o «¡Basta ya!» ayude a poner la mirada en lo que suponen estas violencias, su desgraciada «normalización» o sus resistencias. Para que pueda actuar a la altura de las denuncias, desde todos los frentes posibles. O que éstas no tengan que existir, fruto de la construcción de nuevos relatos y otras realidades que lleven a la plena libertad y dignidad de todas las mujeres. Por decir lo suficiente a todas las violencias machistas.