Paremos el fascismo. Manifiesto del Col·lectiu Ronda


"Frente a esta amenaza real, frente al rugido de la barbarie fascista, nos toca a nosotros, el pueblo, la clase trabajadora, movilizarnos en defensa de todo lo conseguido con mucho esfuerzo y penurias de todo tipo"

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El próximo domingo, 23 de julio, se celebran elecciones generales en el Estado español. Un hecho, el de acudir a las urnas para votar, que no es de extrañar ni anómalo en una democracia. Pero en esta ocasión, las elecciones no son exactamente iguales a las del pasado. Este año, el fascismo y la ultraderecha es una amenaza real que se planta frente a nosotros sin complejos y a cara descubierta, sin subterfugios ni máscaras que oculten su mirada feroz y cruel. El fascismo pretende encontrar en las urnas el camino que le lleve hasta el poder legislativo y a una posición de privilegio desde la que impulsar su programa de regresión de derechos y amenaza a las libertades. Un camino paralelo al que ya ha encontrado para conseguir que su voz y opiniones campen sin frenos por los debates públicos y se apropien de los estados de opinión, sin tapujos a la hora de mentir, tergiversar, exagerar y retorcer la realidad hasta adaptarla la a su mirada miope. Todo vale, para el fascismo. La ética es un corsé demasiado estrecho para quien es enemigo de la idea de hacer de este mundo un lugar más justo.

Las clases populares no pueden entregar las llaves de las puertas de su futuro al fascismo y la ultraderecha. Ni pueden aliarse con quienes respiran nostalgia por tiempos pasados y oscuros de autoritarismo y dictadura. El veneno del fascismo nunca será el impulso que nos dirija a la dignidad de la vida. Porque el fascismo es sólo el centinela brutal del capitalismo más despiadado, aquél que ve en los derechos y la equidad un obstáculo para su voracidad sin fin.

La ultraderecha no puede conquistar las instituciones democráticas. En un Estado de derecho, los discursos llenos de odio contra toda forma de diversidad no pueden alcanzar legitimidad y aún menos normalizarse. Frente a esta amenaza real, frente al rugido de la barbarie fascista, nos toca a nosotros, el pueblo, la clase trabajadora, movilizarnos en defensa de todo lo conseguido con mucho esfuerzo y penurias de todo tipo. Defender nuestro derecho a querer libremente y a que no se nos discrimine por el origen o el color de la piel; defender las pensiones y la dignidad del trabajo, la libertad para crear y el derecho a acceder a servicios públicos de calidad para que la educación o los tratamientos médicos no sean privilegio de unos pocos; defender el territorio, la naturaleza, las lenguas y las culturas, la palabra frente a las mordazas y el anhelo de vivir contra el peso asfixiante del autoritarismo.

Es tiempo de defender y de defendernos. Y de hacer frente al fascismo con toda firmeza. Ahora y siempre.

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El próximo domingo, 23 de julio, se celebran elecciones generales en el Estado español. Un hecho, el de acudir a las urnas para votar, que no es de extrañar ni anómalo en una democracia. Pero en esta ocasión, las elecciones no son exactamente iguales a las del pasado. Este año, el fascismo y la ultraderecha es una amenaza real que se planta frente a nosotros sin complejos y a cara descubierta, sin subterfugios ni máscaras que oculten su mirada feroz y cruel. El fascismo pretende encontrar en las urnas el camino que le lleve hasta el poder legislativo y a una posición de privilegio desde la que impulsar su programa de regresión de derechos y amenaza a las libertades. Un camino paralelo al que ya ha encontrado para conseguir que su voz y opiniones campen sin frenos por los debates públicos y se apropien de los estados de opinión, sin tapujos a la hora de mentir, tergiversar, exagerar y retorcer la realidad hasta adaptarla la a su mirada miope. Todo vale, para el fascismo. La ética es un corsé demasiado estrecho para quien es enemigo de la idea de hacer de este mundo un lugar más justo.

Las clases populares no pueden entregar las llaves de las puertas de su futuro al fascismo y la ultraderecha. Ni pueden aliarse con quienes respiran nostalgia por tiempos pasados y oscuros de autoritarismo y dictadura. El veneno del fascismo nunca será el impulso que nos dirija a la dignidad de la vida. Porque el fascismo es sólo el centinela brutal del capitalismo más despiadado, aquél que ve en los derechos y la equidad un obstáculo para su voracidad sin fin.

La ultraderecha no puede conquistar las instituciones democráticas. En un Estado de derecho, los discursos llenos de odio contra toda forma de diversidad no pueden alcanzar legitimidad y aún menos normalizarse. Frente a esta amenaza real, frente al rugido de la barbarie fascista, nos toca a nosotros, el pueblo, la clase trabajadora, movilizarnos en defensa de todo lo conseguido con mucho esfuerzo y penurias de todo tipo. Defender nuestro derecho a querer libremente y a que no se nos discrimine por el origen o el color de la piel; defender las pensiones y la dignidad del trabajo, la libertad para crear y el derecho a acceder a servicios públicos de calidad para que la educación o los tratamientos médicos no sean privilegio de unos pocos; defender el territorio, la naturaleza, las lenguas y las culturas, la palabra frente a las mordazas y el anhelo de vivir contra el peso asfixiante del autoritarismo.

Es tiempo de defender y de defendernos. Y de hacer frente al fascismo con toda firmeza. Ahora y siempre.